Dos reyes enemigos juegan al ajedrez, mientras en un valle
cercano sus ejércitos luchan y se destrozan. Llegan mensajeros
con noticias de la batalla; los reyes no parecen oírlos e,
inclinados sobre el tablero de plata, mueven las piezas de oro.
Gradualmente se aclara que las vicisitudes del combate siguen las vicisitudes
del juego. Hacia el atardecer, uno de los reyes derriba el tablero, porque le
han dado jaque mate y poco después un jinete ensangrentado le anuncia:
Tu ejército huye, has perdido el reino.

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